martes, 3 de junio de 2014

MEDICAMENTOS Y SEGURIDAD VIAL

MEDICAMENTOS Y AGRESIVIDAD EN LA CONDUCCIÓN


Como todos sabemos los medicamentos son drogas que están legalizadas y utilizadas de manera correcta, nos permiten el control y curación de gran cantidad de procesos patológicos. Además, los medicamentos son utilizados también con fines preventivos y de diagnóstico.
Los distintos grupos de fármacos, por sus efectos sobre el organismo humano, pueden influir e interferir con la capacidad de conducción, y, en ocasiones, hasta ser los responsables de los siniestros viales. Sin embargo, los medicamentos también pueden mejorar la capacidad de conducción en individuos con ciertas enfermedades.
A pesar de que es bien conocido su aspecto positivo, preventivo y curativo, no debe olvidarse que la mayoría de fármacos son sustancias extrañas al organismo humano y que, como tales, en ocasiones pueden producir efectos tóxicos. De hecho, aunque cada vez se dispone de nuevas sustancias más potentes, más cómodas de administrar y más seguras, en mayor o menor medida todas ellas ocasionan efectos tóxicos al individuo que las toma. De ahí que lo correcto es utilizar los medicamentos sólo cuando sea necesario, a la dosis adecuada y por un tiempo determinado. Un dato a tener en cuenta, alrededor del 20% de los conductores circulan bajo los efectos de algún fármaco.
Hay medicamentos como  las Benzodiacepinas[1] (BZD), que son medicamentos psicotrópicos que deprimen el sistema nervioso centrales, que nos pueden ocasionar reacciones de agresividad; siendo los más peligrosos y los que más reacciones agresivas y violentas nos pueden producir en la conducción de vehículos.
 Y qué decir tiene sobre el alcohol y los medicamentos. El alcohol, por sí mismo, afecta seriamente a la capacidad de conducción de vehículos, siendo uno de los principales agentes implicados en la aparición de siniestros viales. La ingesta de alcohol y fármacos es muy peligrosa y, en general, no se deberá beber alcohol mientras se está en tratamiento con fármacos. El alcohol potencia los efectos tóxicos, sedación, somnolencia, confusión, incoordinación motora, agudeza visual, etc., de una gran cantidad de medicamentos. La ingesta, incluso en pequeñas cantidades, de alcohol produce gran efecto en el individuo.



[1] El efecto sedativo de las benzodiacepinas y de los  sedantes en general comienza deprimiendo los lóbulos frontales del cerebro y, por lo tanto, puede  desinhibir más aún a los pacientes que tienen pobre  control de impulsos y que con facilidad se podrían  tornar agresivos o más agitados. Se han descrito   reacciones paradójicas con agitación y agresividad  en algunos pacientes con estos riesgos particulares  cuando ingieren benzodiacepinas. No  recomendable su uso como medicamento único, en pacientes con agitación por psicosis, ni en  pacientes con pobre control de impulsos o con DS.

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