Es un hecho constatado que la
existencia en el conductor de estados emocionales intensos, puede desembocar en
patrones de conducción totalmente inadecuados que incrementan considerablemente
el riesgo de accidente.
Una persona no está siempre en
óptimas condiciones psicofísicas cuando se encuentra al volante de su vehículo.
La conducción, como una manifestación y actividad más de la vida cotidiana del
hombre, no es ajena a determinadas alteraciones como puedan ser el estrés o la
ansiedad. Por ejemplo, la ansiedad, una de las reacciones emocionales más
ampliamente estudiadas, ya sea provocada por el entorno de tráfico o por las
circunstancias del individuo, puede alterar las condiciones físicas o
psicológicas que son necesarias para el desempeño seguro de la compleja
actividad de conducir, por lo que puede convertirse en una variable
clarificadora de los comportamientos de eficacia, eficiencia y seguridad en la
conducción.