POR ANDRÉS LÓPEZ, antropólogo y educador social
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Son personas normales, como cualquier otra, comparten nuestros espacios públicos, frecuentan establecimientos, sienten y piensan como cualquier otro ser semejante. Pero hay aspectos que deben tratarse con exclusividad para facilitarle las cosas, y son las personas que padecen alguna diversidad funcional; no discapacidad como se le suele llamar a estas personas, puesto que son capaces de todo.
Así que facilitarle en materia de seguridad vial algunos aspectos, no los hace ni menos ni más privilegiados, es simplemente un gesto de cortesía y mayor facilidad para acceder a determinados lugares. Digamos que sería como el trabajador de una fábrica que puede llegar con mucho tiempo antes a su puesto de trabajo, y decide estacionar su vehículo lo más retirado de la entrada a la fábrica, con el único objetivo de dejar los aparcamientos más próximos a la entrada a quienes van justo de tiempo (así el trayecto a pie desde el automóvil a su trabajo será más rápido), es un gesto de cortesía, de sentido común, de amabilidad, y sobre todo, de educación y respeto.
Pues esto mismo sucede con los estacionamientos destinados para personas que padecen alguna diversidad funcional, y que para ello se le concede una autorización especial que les ampara para ocupar ciertos estacionamientos y otros lugares de las vías en materia de seguridad vial.
Lamentablemente, no todos/as los conductores suelen respetar estos conceptos de educación y respeto, y sucede que mientras una persona que no padece ninguna diversidad funcional, se aprovecha de su jeta y estaciona su vehículo justo en la misma puerta del centro comercial, en los aparcamientos destinados a ciertos usuarios distintivos. Es decir, quienes son insensibles en este asunto, suele pensar así: “para qué dar tantas vueltas si aquí hay un sitio libre”, “si sólo es un momento”, “aquí no pasa nada”… Y muchas otras razones que ni siquiera la razón entiende.
Pero el problema no sólo lo padecen las personas con diversidad funcional, pues estos conductores insensibles con este perfil, también se comportan así en otros aspectos durante su conducción y afectan a los demás usuarios de las vías (por ejemplo, no señalizar sus maniobras). Esta mala praxis, ha llevado a que muchos países estén llevando campañas de sensibilización frente a los que realizan esta mala praxis vial. Por ello, se están llevando acciones educativas y concienciadoras, como por ejemplo colocar pegatinas a los automóviles que ocupan estos lugares sin disponer de autorizaciones. Los ciudadanos/as pueden disponer de pegatinas en comercios, en oficinas de diversidad funcional, etc., y cuando transitan por la calle y observan un automóvil insensible, se le pega una pegatina de un color llamativo. De esta manera, los demás usuarios sabrán que el conductor/a no es respetuoso a la hora de estacionar su vehículo; se trata de la teoría de la vergüenza, del terapeuta John Bradshaw.
También es cierto, que todo esto se puede evitar, si las instituciones hacen un mejor uso de la señalización sobre este tipo de estacionamiento. Cada vez está más extendido en España, que las zonas de estacionamientos para personas con diversidad funcional, esté mucho más visible su señalización. A parte de la señal internacional de accesibilidad (la que es cuadrada con logo de color blanco y fondo azul), se complemente debidamente con la de prohibido estacionar (R-308), pero además, que existan marcas sobre el pavimento acompañado de mensajes que indiquen las consecuencias de no tener la exclusividad para ocupar ese tipo de estacionamiento. No se trata de una medida coercitiva, porque a veces no es ni la mejor solución ni el único método para reeducar a los conductores. Se trata más bien de sensibilidad, civismo, respeto, cortesía y educación. Educación que no se enseña en las auto escuelas por razones éticas.
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